20091105

Cortos cuentos gamines


*ZOMBIES DE LO AJENO

Su caminar es lento, la articulación de las palabras les resulta más difícil que obtener la tranquilidad por unos segundos. Son parte de la esquina, del bien inmueble de la ciudad, se mimetizan con las aceras partidas y con los colores chillones de las fachadas. El tiempo les ha dado ciertos favores sobre ese sector, una autoridad implícita, que pasadas las 3 de la mañana es aún más intensa.
Un arriesgado, con el cerebro inundado de alcohol, pisa los 15 metros que tiene esa cuadra. Lo engatusa uno de los zombies más despiertos, lo lleva un poco más allá, le ofrece lo que tiene, y lo convence, caminan hasta el espacio oscuro entre dos focos.
El arriesgado es sólo un bulto que se retuerce en el piso. Sobre él, 16 manos llenas de dedos amarillos y quemados lo atacan, le hacen cosquillas y le sacan todas sus pertenencias. El bulto se ríe del nerviosismo y por las cosquillas, quiere gritar pero sólo se ríe. Arriba, las caras rígidas de los zombies lo miran con ojos burlones, como queriendo decir algo, pero tienen la boca al revés y no pueden decir nada; unos se contagian de la risa del bulto, otros sólo atinan a emitir sonidos onomatopéyicos. El bulto se queda en el piso, a pocos metros los zombies se alejan del lugar arrastrando sus pies, porque ya no los sienten. El arrepentido se levanta del suelo, quiere llegar pronto a casa.


*LOS 100 Metros

(Silbido) - Negro, sal, ven un rato!!

La víctima está quieta, rodeada, acorralada. Él no mide más de un 1. 60, a la mayoría de ellos les faltan unos centímetros para llegar al 1.80 m. Qué puede ya hacer? Le han quitado lo suyo, pero sabe que ellos no serían capaces de hacer mucho, no están buscando violencia, no quieren nada más que hacer algo que les haga recordar la noche. Aún así, sigue con el miedo de recibir un golpe espontáneo.

- Oye negro, mueve. - La víctima golpea la puerta de una casa, la primera vez con cordura, las dos siguientes con desesperación. (Silbido) (Silbido)

El que tiene las cosas de la víctima sale primero, enseguida, el resto hace lo mismo. Empieza la carrera por los 100 m y el despiste. La víctima no se queda atrás, prácticamente sale al mismo tiempo que todos, sus cortas piernas se ponen en marcha. Rebasa a uno, va a alcanzar a otro pero ese se desploma, casi llega donde el que tiene sus cosas. Lo alcanza. Exige y consigue lo que quiere, algo de dinero por lo que es suyo.
La víctima regresa a la puerta de la casa en donde no vive ningún negro. Nervioso, piensa en regresar a su hogar pero aún es temprano, todavía falta casi una hora para que sean las 3 de la mañana. Otro grupo se acerca a la víctima, son más grandes y corpulentos, se ven más alcoholizados. La víctima da unos pasos hacia ellos, los asusta, ellos tienen miedo, no saben qué hacer, todo ha vuelto a la normalidad.


*CENA EN CASA GAMÍN.

-Yo he traído media botella de Jhonny Gold, encontré a unos abogados que la bebían, les miré como preguntándoles si me daban un poco: me dieron todo lo que les quedaba. Dijeron que algo más barato estaría bien, que igual sería whisky y que no habría chuchaqui, y que estaba mejor aún porque seguramente yo nunca habría probado algo como eso en mi vida. Pues sí, hicieron su obra de caridad pero qué saben ellos de alcohol.
- Yo sólo conseguí un mantel con una mancha y un poco de vino en cada una de estas 6 botellas. Además, un traje de novia con la misma mancha de vino. Todo lo obtuve mientras veía salir a los invitados con caras de pesadez, nerviosismo y confusión. Se sorprendían más cuando veían a una mujer como yo rebuscando su basura en esos momentos. Luego, en la puerta de la casa, un tipo lloraba, también tenía las manos manchadas. Me veía mientras doblaba el mantel, cuando encontré el vestido, lloró más. No sé por qué, ni cómo lo hice tan fácil. Me puse el vestido y me fui caminando mientras escuchaba al tipo gritar y patalear.
- Nada mejor para acompañar un vino tinto que un corte de carne especial. Esta es la primera vez que el Rockefeller hace lo que le pido. Bueno, el hecho de que haya ido a robarse un poco de carne del congelador de ese restaurante es instintivo, pero cuando ya lo tenía en su boca, me hizo caso y vino hacia mí, no lo botó a la alcantarilla o lo llevó con el dueño, no lo puso en la parrilla del local, no lo dejó sobre la caja, me hizo caso, me lo dio a mí.

Un cenital muestra a los habitantes de casa gamín comiendo el corte argentino que asaron en una improvisada parrilla, uno de ellos come el famoso termino medio, los otros no quisieron carne cruda esta vez, la comen tres cuartos. Toman del pico de la botella de vino, se toman hasta la última gota. Beben el whisky, la novia baila al ritmo de la música del radio viejo, Rockefeller ladra, el resto conversa y no deja de hablar sobre la amistad.

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