20080529

CARROÑA

Había suspendido su lectura por un acontecimiento tan extraño como el que estaba leyendo. Pensó que la sangre había tomado forma, que se había calentado a tal punto de hervir y emanar los olores más llamativos para los carroñeros, hombres o animales, o las dos cosas a la vez; era lógico, por eso un cuervo se había posado a tres metros de él, que leía en el centro exacto de una circunferencia rodeada por tupirosas, que más que flores tenían espinas. El cuervo se aferraba al pasto y picoteaba un poco de piltrafa, que bien pudo haber sido de los más oscuros escenarios compuestos por palabras o de los más cercanos campos de guerra donde la muerte es un pretexto y no una consecuencia. Suave olor a hierba mojada, mezclado con fuertes sabores a carne, si antes la lectura lo había tomado por sorpresa, ahora sus sentidos se veían atrapados por lo que le pasaba, ya era capaz de presenciar lo que el antropófago hubiese vivido si es que el autor no hubiese querido acabar ahí la historia. Él no era el culpable de la llegada del cuervo, porqué iba a tener él la culpa de leer las historias del inconsciente de un hombre cuerdo de la década de los 30, quizás lo mejor sería cerrar por un momento el libro, dejar que la pasta se encargue de envasar el olor a sangre y descomposición. Mientras lo pensaba, miraba con detenimiento el pico del animal que retorcía el tejido lleno de sangre y de un líquido viscoso, como las babas de una hiena. Como una llamada de alerta, el aleteó de otro cuervo lo sorprendió por la izquierda. Rápidamente viró su cabeza para ver al nuevo visitante, se aseguró de que para ese instante ya estuviese cerrado el libro, olfateó el ambiente y claro, había más de ese olor que producía nauseas y que solo los carniceros pueden soportar por días. Más carroña en ese nuevo pico, que empezaba con un rojo fuerte que en distintas gamas pasaba al anaranjado y que solo terminaba con el negro intenso de las plumas. Como si el cuervo supiera la dirección de la mirada que recibía, paró todo intento de inspección con una respuesta de sus ojos, negros como sus plumas, pero tan imponentes como los ojos de un juez que te declara culpable y te sentencia a muerte. Todo había sido cubierto por el silencio, hasta que...otro cuervo, que rodeado por más cuervos, se hizo notar con su estruendoso llamado que estremeció hasta la más retardada neurona y desplomó las gotas que todavía quedaban del chubasco vespertino. No era casualidad, los cuervos llegaban por algo, algo los atraía, evidentemente era ese olor, que cada vez se hacía más fuerte, que penetraba como una inyección por las fosas nasales y que ya era parte de nuestro lector desconcertado. Quiso pestañear pero no pudo, quiso cerrar los ojos y sus párpados ya no reaccionaron, solo ahí, en ese momento, se dio cuenta de que lo que había visto en esos picos eran sus ojos y lo que había leído era su dolor.

20080524

En bici (al medio día y yendo a ver a la bebe)



Sol, un sol inmenso que no me ha dejado desde que salí del recinto. Ya casi una hora pedaleando y todavía no llego donde la bebe. Debe estar acurrucada en esa banca de la visera, ya todos sus panitas se deben haber ido. Don Egue ya debe haber montado a todos en su camioneta y ahorita deben estar por el km 13, ya casi está llegando Jason Alejandro a su casa, y yo aquí, lejos de la bebe.
¿Cuánto falta?... Algunos kilómetros más de silencio tropical, de olor a hierba y a plátano, de autos 4x4 lanzándome el viento y las pequeñas piedras que se rehusaron a ser parte del pavimento. Ya llego Jazmincita, espera un poquito más, será cuestión de cinco minutos si es que no se sale la cadena.
Ya han caído varias gotas de sudor sobre mis ojos, me arden y se me cierran. Se empañan, pero ya te veo, ahí estás, esperando que llegue para que apenas tenga la capacidad de escucharte me digas: "me voy a jugar en casa de Loly, ven más tarde papá".
Daré media vuelta y regresaré lentamente, solo y exclusivamente porque sé que todavía juegas con muñecas.

20080501

En moto (al medio día)



-¡Rápido!..-
Tengo que llegar. Forzo a "La Máquina" (la moto más elegante de la ciudad), la presionó para que sobrepasemos los 100 km por hora. Poco a poco lo hacemos, ya llegamos a los 110, pero ella tiembla y se rehusa a continuar. Seguramente está insegura, no se cree dispuesta a romper la rutina que el tráfico diario nos ha impuesto. Siempre somos los dos, juntos ante cualquier bus que nos escupe todo su smog, maquillándonos con ese hollín, dejándonos como cualquier niño que aprende a revolcarse entre el barro y la arena.
Solo por hoy evadiremos a cualquier automóvil que se cruce por nuestro camino, violaremos algunas reglas de tránsito y aprovecharemos de nuestras magnitudes, para correr por las veredas, acortando caminos y asustando a la gente. Algunos me insultarán, a tí maquinita, ni siquiera te verán como la culpable.
No faltará la señora que se desarme ante tu ronroneo, nos verá a más de 100 metros, y solo cuando estemos ante sus narices, se decidirá a moverse. Me las imagino con falda, y tú maquinita, soplarás con tanta fuerza que las convertirás a todas en rubias coquetas, con lunares cómplices de sonrisas. Repetiremos esa imagen que aún vemos en los comerciales, serán todas unas Marilyn Monroe en el pupo del mundo.
-¡No te detengas, vamos negrita, que los papeles en la burocracia se entregan antes del almuerzo!-