20080416

La grata historia de cómo sacar el dedo

Para sacar el dedo se necesita: sutileza, una elegancia única al elegir el movimiento que hará nuestra mano y una fuerza indescriptible que la autoridad confiere.
Decodifique a un dedo que sobresale de la mano como señal de poder y anulación de cualquier tipo de comunicación vigente. Es imprescindible que todo el cuerpo colabore con la actitud. Por que sí; para sacar dedo es de lo más necesario tener actitud. Podrán llamarnos plazuelas, decirnos malcriadas, tacharnos de agresivas y quitarnos el saludo. Pero creame, si no se mete en el papel, puede quedar como un fracasado/a.
Lo más importante es la mirada. Esa arma que nunca falla cuando la sabemos usar. Hemos conquistado tantos hombres, desdichado a muchos y suplicado a otros con esos ojos que pueden decir hasta las más grandes palabrotas. No se olvide tampoco de la boca, tiene que adoptar una posición de total supremacía. Puede improvisar sonrisas irónicas o agradables, siempre podrá estar seguro/a de que estará agrediendo.
La práctica hace al maestro. Busque las víctimas más demandantes, no use este recurso como el último sino como el primero. Deje abierto el libreto a cualquier eventualidad, permanezca siempre alerta, porque puede recibir cualquier respuesta pasada de tono.
En ese caso, use la otra mano y repita el proceso...

Duerme pensando en el sueño


Hace más de media hora que está durmiendo sobre la alfombra verde de la Alameda. Todos los lunes, exactamente a la una de la tarde, cuando el sol de Quito sigue quemando en un ángulo de 90 grados, llega Vicente a dormir pensando en el sueño. Lo hace con un profesionalismo genuino, se despoja de su peso y se impulsa con los pies, pero la gravedad lo detiene hasta que lo vence el sueño. Se abraza como para sentirse despierto, para sentir la diferencia entre lo que es sueño y pensamiento.

Aprendió esta técnica cuando era niño. Un día, lo suficientemente cansado como para dormirse en cualquier lugar, optó por hacerlo en el patio de su escuela. Ahí en la cancha de fútbol, donde se juegan rivalidades eternas y el reconocimiento diario. Soltó sus piernas queriendo protegerse, se libró de su cuerpo y se durmió pensando en el sueño.
Lo ha hecho desde ese día pero escogió este parque desde su mayoría de edad. Eligió el punto exacto para que sea visto desde el churo, para que él mismo se vea cuando piense dormido en su sueño. En donde se deja llevar por sus ideas y por sus principios, dejando a un lado la burocracia mañanera que lo ha estado atosigando hasta las horas de almuerzo. Será libre pensando en lo que no es cierto, complacido jugará con el tiempo para nunca parecer despierto, no dependerá de los objetos y dejará a un lado el dinero.
Hasta que volverá plácidamente al mundo de lo cierto, para seguir siendo ese hombre que no piensa en el sueño.

Nunca verán mi cara...



Nunca verán mi cara, se los aseguro. He pasado aquí ya mucho tiempo y hasta ahora nadie sabe mi nombre ni de dónde vengo. Camino ocultándome como puedo, evito cualquier tipo de contacto visual, con excepción de los que yo pueda controlar. Mi actitud es lo suficientemente conocida en estas tierras, que ya todos se han olvidado de mi cara y han dejado de mirarme.
Soy como el muñón de un infortunado, al que todos quieren ver pero no se atreven; soy el apéndice de este pueblo que se ha doblegado ante mis acciones y mis silencios. Ya no hablo con nadie, considero que el lenguaje no hace falta entre quienes no se conocen, pienso también, que basta con saber los gestos y defectos. No tengo apuro de nada, los observo a todos, que distraídos, ven como se les va la vida por delante. Nunca verán mi cara, pero yo siempre los estoy viendo.