Ve como se emborrachan ahora los jóvenes, desde peladitos ya están con esas cosas. Yo tome ya cuando era mayor de edad, no había necesidad de eso antes.
Muchos han de pensar que tuve un pasado tormentoso como ese que los jóvenes de hoy se están creando. No, simplemente me deje llevar y así termine. Mendigar fue una elección que ni siquiera tuve la capacidad de pensarla, no fue producto de mi intelecto, de mi pereza, ni de mi afán por observar el mundo.
Un día me desperté fuera de la casa. Estaba sucio y harapiento, tirado en una esquina, adormecido por ese maldito olor urbano del que yo mismo soy participe. Mis ojos eran otros, parecía diluirse en ellos, una espesa gota de inconsciencia gris. Levantarme me resulto imposible las primeras veces, me aferraba a las piedras de las paredes para apartar mi existencia del suelo.
Caminaba girando como un trompo, igualito a esos que yo hacía bailar de niño; mis pasos eran lentos y llevaban consigo un peso enorme. Todo parecía un sueño, buscaba respuestas en las miradas de la gente y solo veía miedos y desprecio; estaba solo, en un mundo que se derrumbaba dentro de mi cabeza, entre pitos y griteríos que me volvían más loco.
Sí, ahora soy un loco que mendiga. Hermosa profesión para alguien que tiene la capacidad de observar y analizar todo, y a todos, desde el anonimato. Cuando me vean, sepan que estoy pensando en lo que ustedes piensan. Quizás nunca se enteren o tal vez hasta que alguien vuelva a meterse en mis pensamientos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario