Esto es un amor de primavera. Yo sé que aquí en Quito eso nunca podría pasar, no por el amor, sino por la primavera. Aunque sólo sean los arupos los de los colores, nuestro césped crece como nunca en estos días, por eso venimos acá.
-Acomódese ahí bien, sino luego nos ven, aproveche los matorrales mijita.
-Ay Henry, siempre me haces revolcar aquí y solo para conversar, para cuándo nos comemos un postrecito.
Es después de almuerzo que cogemos nuestras cosas y llegamos a nuestro lugar. No importa que para llegar tenga que subir en bicicleta 4 cuestas casi tan grandes como las de San Juan; y se debe tomar en cuenta que le llevo a ella, va sentadita en la parte de atrás; en el taller le hice un asiento que combina con las llantas, ella se agarra duro porque tiene miedo a caerse. Al mismo tiempo, sin que ella se de cuenta, puse un espejo al lado del freno y así le veo a ella en cada viaje, rompiendo orgullosa el viento con su cabeza
Ahora nos vamos pronto, nos faltó el postre....
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario